El verano que cumplí los diecinueve estuve dos semanas haciendo un voluntariado con un grupo de discapacitados que cambiaron mi forma de ver la vida. Un año antes había colaborado recuperando unas vías romanas en Córdoba, y en Filipinas el año pasado tuve la oportunidad de estar unas semanas organizando un plan para mejor la economía de unas pequeñas islas. Ahora, después de haber terminado la carrera y estar trabajando, decidí que necesitaba un tiempo para mí y para los demás. He estado dos meses en Perú, viajando y ayudando en una asociación que trabaja con niños con problemas familiares.
Envidio a mis compañeras alemanas, cinco años más jóvenes que yo, que van a estar un año ayudando y conociéndose a sí mismas. Son este tipo de experiencias las que te ayudan a ver cómo te desenvuelves ante situaciones difíciles, si eres creativo, si te gustan los niños, la comunicación o las finanzas. Durante estos meses me preguntaba qué habría elegido estudiar si hubiese tenido la oportunidad de parar a pensar y conocer mundo. Quizás lo mismo o no, soy arquitecta, algo que me encanta y disfruto, pero es verdad que cuando elegí mi profesión no tenía ni idea de lo que realmente era, ni si quiera si se me daría bien.
Aún así, creo que hacer un voluntariado es algo que debería ser asignatura pendiente para todos, algo que en algunos países llaman servicio social y que sí que es obligatorio. Dar sin esperar recibir, aunque realmente recibes mucho.
Así que os voy contar lo que desde mi experiencia creo que me ha aportado y que os podría ofrecer hacer un voluntariado a vosotros ¡Pero cuidado que engancha!:
1.- Te abre la mente. Sientes como la burbuja donde vivías desaparece, ves otras realidades que suelen ser difíciles, recursos, problemas familiares, actitudes. En tu entorno por muy variopinto que sea no puedes encontrarlo todo, y conocer diferentes realidades te ayuda a entender y respetar otras circunstancias diferentes a la tuya.
2.- Aprender a valorar. De repente poder ir al médico y que te atiendan independientemente de tus recursos te parece el mejor invento del mundo. Una ducha de agua caliente asegurada, comer con tu familia el domingo, un plato de carne o tener ventanas sin agujeros hacen que te sientas la persona más afortunada.
3.- Conocer gente de todo el mundo. La cultura, el arte, la música, el idioma o la gastronomía, todo enriquece. Si tienes la suerte de estar con otros voluntarios que han ido como tú a ayudar tendrás compañeros con quién hablar de todo lo que pasa tu alrededor, con los que darte cuenta de los cambios que vivís.
4.- Adaptación. Cuando haces una video llamada con tus padres y ves todo tan blanco, tan nuevo y ordenado que te parece raro, entonces piensas que te has acostumbrado a lo que tienes, te has adaptado y lo ves como normal. Lo aceptas, lo disfrutas y lo valoras.
5.- Satisfacción. Aumenta la confianza en uno mismo, realmente sientes que puedes aportar, hay algo que está en tus manos y que puede hacer que la otra persona se sienta mejor. Aunque solo sea cariño y comprensión de alguien ajeno a todo aquello.
6.- Conocerse a uno mismo. Te das cuenta de tus fortalezas y debilidades, de lo que realmente te llena. Además, tienes también tiempo para estar solo, pensar y visualizarte en el futuro sin presiones de ningún tipo.
En definitiva, creo que es algo que se debería hacer al menos una vez en la vida, con independencia de la edad y el lugar. No sólo te ayuda a ti mismo si no que aportas algo en este mundo que cada vez se mira más el ombligo. #Perú54
Desde luego María, enhorabuena! Lo tuyo es liderazgo adaptativo, generosidad, empatía y más allá (compasión), etc.
Y encima disfrutas dando y aprendiendo…
Así que contigo, con gente como tú, el mundo tiene más luz, se alegra y brota un poco más de esperanza.
Gracias por lo que haces y por compartir tus experiencias.